El Caso | Viernes 06 de noviembre de 2020
La Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Valencia ha condenado a ocho años y medio de prisión por un delito continuado de abuso sexual a menor de 13 años y un delito leve de coacciones, al conserje de un colegio situado en un municipio de la provincia de Valencia que sometió a tocamientos y a otros actos de carácter sexual a una alumna del centro, de nueve años de edad.
La sentencia, que no es firme y puede recurrirse ante la Sala de lo Civil y Penal del Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana, impone además al procesado la obligación de indemnizar con 45.000 euros a la víctima por las secuelas psicológicas que sufrió a consecuencia de los hechos.
Los abusos se produjeron en el colegio en el que la niña y un hermano mayor asistieron entre los cursos escolares 2004/2005 a 2007/2008, en los que la menor hizo de segundo a cuarto de Primaria, curso este último que la víctima repitió.
Según la resolución, como los hermanos se dejaban el almuerzo en casa en numerosas ocasiones, la madre le pidió al condenado que les diera zumos o bollería a los niños cuando los olvidaran. Para ello, la mujer le solía llevar una vez a la semana una bolsa con estos alimentos. Por este motivo, tanto la víctima como su hermano desarrollaron cierta confianza en el acusado que, además, era conocido del abuelo de los niños y de la propia madre, que había sido profesora sustituta del centro educativo anteriormente a los hechos.
De este modo, cuando la mujer, que atravesaba una situación personal complicada, se retrasaba en recoger a la hija, el portero se hacía cargo de ella desde las cinco de la tarde hasta que, o bien la madre o el abuelo de la menor llegaran, o bien el hermano dejara de jugar a fútbol y la recogiera.
La sentencia detalla que, durante el cuarto curso de la niña, el condenado comenzó a aprovechar estas ocasiones para llevarla a un cuarto que el colegio empleaba como trastero donde cerraba con llave para someter a la niña a tocamientos y a otros actos de tipo sexual.
Tras los abusos, el bedel le decía a la víctima que lo que había pasado era un juego y que no se lo podía contar a nadie. Esta situación se repitió durante el inicio del curso siguiente y finalizó cuando, a mitad de año, la nueva pareja de la madre comenzó a ir con puntualidad a por la menor a la salida del colegio. La niña abandonó el centro educativo al final de ese curso.
Años después, cuando la víctima tenía 19 años, se encontró por la calle con el condenado, quien le dio dos besos, le preguntó dónde iba y cuál era su nueva dirección. La joven continuó caminando, sin revelarle esos datos, hasta que el conserje, que ya estaba jubilado, la cogió del brazo y tiró de ella para que subiera a su furgoneta y llevarla a casa.
Ella huyó del lugar apresuradamente y, cuando llegó a casa, le contó este encuentro a su madre, le dijo que tenía miedo del hombre y que había abusado de ella en el colegio cuando era niña. Ambas se fueron ese mismo día a denunciar los hechos ante la Guardia Civil. La víctima necesitó tratamiento para la depresión grave que sufrió a consecuencia de los hechos.
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