Gabriel Sánchez | Lunes 08 de marzo de 2021
‘La Transición oculta’, una obra de Luis Miguel Sánchez Tostado, criminólogo, historiador y prolífico escritor jiennense que acopia nada menos que treinta y seis obras y una veintena de premios literarios, siendo su especialidad el ensayo histórico.
Publicada por Editorial Almuzara, ‘La Transición oculta’ a la que el autor califica como ni modélica, ni pacífica, no dejará indiferente a nadie. "La transición española no fue otra cosa que un catálogo de mentiras y de intoxicaciones informativas, con un obligado acuerdo político que se negoció bajo el paraguas del miedo, la extorsión y la amenaza golpista, una transición en la que unos sobrevaloraban el papel de don Juan Carlos en el Golpe de Estado y otros como el PSOE fabricaban las Listas de Sangre del 23F, un montaje para ganar las elecciones en 1992".
¿No está todo dicho ya sobre la Transición Española?
Ni mucho menos. Aún hay muchos documentos clasificados. Siempre hubo un deseo de ocultación de aquellos años. El gobierno de Suárez ordenó la destrucción masiva de archivos y documentos comprometidos de la Guardia Civil y de la Policía. También hicieron desaparecer pruebas y documentos de varios episodios comprometidos, entre ellos del 23F. Pese a todo, cada año conocemos más con las desclasificaciones parciales, los nuevos estudios y tesis doctorales y la valiente aportación de historiadores y periodistas de investigación.
Siempre nos dijeron que la Transición española fue pacífica y modélica. Hace poco, en la conmemoración del 23F volvimos a escucharlo, ¿por qué cree que no lo fue?
Es un desatino calificarla de “pacífica” sólo porque se evitó una guerra, pasando por alto que hubo casi 1.000 muertos por motivos políticos (a 100 muertos por año), 3.000 acciones violentas, 6 intentos de golpe de Estado, miles de encarcelados, cientos de torturados y 200 librerías incendiadas o destrozadas. Tampoco fue “modélica” por cuanto se impuso la guerra sucia, las mafias policiales, la represión, la manipulación informativa, la impunidad judicial de la ultraderecha y del terrorismo de Estado, a lo que habrá que sumar el azote terrorista de ETA. Se silenciaron espionajes, la tutela de la CÍA, la influencia vaticana, los manejos del Pardo, la corrupción, la falsedad en atestados e informes, las cloacas policiales, etc. ¿Cómo va a ser modélica una etapa así?
Pero hubo un consenso que cada año se celebra como un hito histórico.
El famoso consenso se alcanzó bajo el paraguas del miedo, la extorsión y la amenaza golpista. A diferencia de otros países que también sufrieron regímenes fascistas, en España la democracia se levantó sobre los cimientos de una dictadura que hicieron legítima en la Transición y se adaptaron las viejas estructuras del régimen al nuevo panorama democrático. Continuaron los mismos jueces, policías, militares y maestros del franquismo. Si la derecha transigió en libertades fue porque necesitaba la homologación europea y subirse al tren del Mercado Común, pero impuso líneas rojas innegociables como la monarquía, la bandera, el himno, evitaron la depuración, se indultaron ellos mismos con la Ley de Amnistía y fabricaron una ley electoral para impedir que la izquierda ganara las elecciones en las primeras legislaturas.
Entre las mentiras de la Transición usted señala al 23F…
Desde luego el 23F no fue una insurrección de unos cuantos golpistas de los que el rey nos salvó. Desde meses atrás estaba en marcha la Operación Armada planeada por el CESID para acabar con el gobierno de Suárez, dar un giro de timón a su política y constituir un gobierno de concentración nacional presidido por un militar de la máxima confianza del rey: Alfonso Armada. Se quería frenar la política autonomista, atajar el terrorismo separatista y proteger a la Corona adelantándose a otro posible golpe duros que podría prescindir del rey. En la primera fase se provocaría una grave crisis institucional con el secuestro del Congreso, situación que se solventaría en la segunda fase cuando los diputados votaran aquel nuevo gobierno presidido por Armada. El plan fracasó cuando Tejero lo impidió al comprobar que entre los 19 miembros de futuro gobierno había 4 socialistas y 2 comunistas. Ante esta situación inesperada don Juan Carlos no tiene más remedio que parar la operación quedando como el salvador de la democracia. Pero lo que hizo fue salvarse él.
¿Quiere decir que don Juan Carlos estuvo implicado en el 23-F?
Los indicios que implican a don Juan Carlos en la Operación Armada son abrumadores. Recordemos que el Rey visitó el CESID casi clandestinamente unas semanas antes. José Luis Cortina, uno de los cerebros del golpe, se reunió hasta 11 veces con el rey los días previos. Pocos días antes del 23F el rey trasladó a Armada a Madrid y lo pone como nº 2 de la Junta de Jefes de Estado Mayor para coordinar la operación. Hubo reuniones de Cortina con Tejero, de Armada con el rey y con los responsables de los partidos mayoritarios. Todos estaban informados del plan, incluso la CIA y el Vaticano. El rey conocía lo que se planeaba mucho antes del 23F, de hecho ese día no envió a sus hijos al colegio, llamó a Bárbara Rey para decirle que no saliera de casa y ordenó al médico quedarse en palacio. La VI Flota estadounidense tomó posiciones junto a Valencia y declaró el estado de alerta en las bases militares unos días antes. Los implicados en el 23F eran monárquicos y en todo momento actuaron en nombre del rey. Luego hacen desaparecer las cintas con las 125 horas de grabaciones telefónicas en el Congreso que podían comprometer al rey. En el juicio, Armada quiso defenderse y pidió permiso al rey para contar los términos de sus audiencias con él y don Juan Carlos lo desautorizó, y Armada guardó silencio por lealtad. En fin, los indicios fueron muchos y se analizan en la obra.
También aborda en su obra el pronto enriquecimiento del rey…
El juancarlismo fue un concepto sobrevalorado construido sobre silencios, ocultación de pruebas y enriquecimiento. Ya en 1973 Franco permitía al Príncipe recibir comisiones por traer a España barriles de petróleo de sus amigos alauitas. En 1977, ya rey, pide millones de dólares al sah de Persia para financiar a la UCD y evitar que el PSOE ganara las elecciones. No consta que esos millones llegaran a la UCD. Después vinieron más peticiones de dinero a los emires del Golfo y al rey de Arabia, entre otros. Su nombre apareció en operaciones policiales de las trama Gürtel, la cuenta Soleado, el caso Malaya, las urbanizaciones en República Dominicana, mediaciones en operaciones económicas, el blanqueo y la evasión de capitales, las tarjetas black, sus cacerías con empresarios, etc. En 2012 The New York Times ya cifraba su patrimonio en unos 2300 millones de dólares.
Este libro sin duda levantará ampollas, ¿teme alguna reacción?
Criticar el espíritu de la Transición ha sido poco menos que una blasfemia. Cuando un investigador pone en duda el discurso único oficial intentan amordazarle. Recordemos a los autores del libro Todos al suelo en 1981, o los escritores Jesús Palacios, Alfredo Grimaldos, Mariano Sánchez Soler o Carlos Babio, que sufrieron querellas. O periodistas como Verónica Landa, Gregorio Morán, Gerardo Rivas, etc., o a los directores de El País, Cambio 16, Pueblo, Diario 16, El Correo Catalán, Interviú, etc., también denunciados por airear la brutalidad policial, los crímenes de Estado o la corrupción durante la Transición. O cuando se paralizó la venta del libro El Caso Almería, de Antonio Ramos Espejo, para frenar la difusión de aquel triple asesinato de la Guardia Civil en 1981. No me extrañaría que lo intentaran también conmigo.
La obra incluye un capítulo especialmente polémico cuando acusa al PSOE de un montaje periodístico en la campaña electoral de 1982.
Esa es otra mentira que por vez primera se desvela en este libro después de 39 años. En 1982 la revista Actual publicó las famosas “Listas de Sangre” con los nombres de 3.000 personas que iban a ser asesinadas de haber triunfado el 23F. El reportaje lo firmaba Mario Bruno que aseguraba que los listados fueron confeccionados por la organización ultraderechista Milicias Populares Patrióticas. En mi obra demuestro que los nombres fueron tomados de las candidaturas de los partidos de izquierdas de 1977 publicadas en el BOE, que nunca existió el periodista Mario Bruno ni las Milicias Populares Patrióticas y que la revista Actual había sido comprada unos meses antes por el PSOE. Esas listas, que todavía muchos creen auténticas, fueron un montaje de Ferraz en plena campaña electoral para insuflar miedo y asegurar su victoria en octubre de 1982 y subir las ventas de la revista que arrastraba problemas económicos. Un fraude. Lo atestiguan, además, empleados de aquella revista a los que he podido entrevistar.
En su obra se dice que la Transición fue el paso a una democracia a medida del franquismo. ¿Qué queda del franquismo a 46 años de la muerte del dictador?
El franquismo no está en los símbolos, sino en una herencia cultural que ha modelado nuestros hábitos y modo de vida a lo largo de varias generaciones. El franquismo nos dejó una monarquía impuesta, ser uno los países con mayor número de desaparecidos por razones políticas, una ley electoral que produce desigualdades, las bases norteamericanas, los privilegios de la Iglesia, la impunidad de los crímenes de lesa humanidad, las injerencias entre los poderes ejecutivo y judicial, la manipulación de los medios públicos de comunicación, el uso partidista de la bandera, incluso las cacerías donde banqueros y empresarios siguen cerrando negocios con políticos corruptos, etc. La izquierda propende a culpar de todo a la herencia recibida, pero los posos del franquismo se deben también a la falta de su compromiso para rectificar en democracia. Recordemos que el PSOE ha gobernado durante 8 legislaturas democráticas. Los desequilibrios sociales y territoriales, el déficit de cultura democrática, la falta de pedagogía veraz sobre la Guerra Civil y la Dictadura, la impunidad de los asesinos, las condecoraciones a policías torturadores y a ministros represores, ya no son lacras del franquismo, sino vergüenzas de la democracia que lo permite. Recordemos que las 150.000 víctimas del franquismo llevan más años en fosas comunes en democracia que en dictadura.
¿Reconoce algún mérito a los artífices de la Transición?
La Transición tuvo sus luces y sus sombras, pero solo nos mostraron las luces. El mayor mérito a mi juicio fue contener a un Ejército con una tradición golpista de 2 siglos. Suarez, por ejemplo, hizo un magistral ejercicio de funambulismo político: legalizó a los comunistas al tiempo que frenaba al Ejército e imponía a la izquierda unas líneas rojas innegociables. La oposición democrática hizo un gran sacrificio doblegándose a las exigencias de la derecha, sobre todo el PCE. Pero el verdadero artífice, del que nadie habla, fue el pueblo. De hecho, la mayoría de las decisiones políticas sobre derechos y libertades se improvisaron al albur de la presión social. La democracia no fue una gracia concedida por el rey ni otorgada por Suárez, fue una conquista popular de millones de ciudadanos que soportaron brutalidad policial, torturas, despidos, encarcelamientos y que pagaron con su vida. Resulta curioso que ministros como Fraga o Martin Villa, que ordenaron terribles represiones que causaron numerosos muertos, hayan quedado como héroes y artífices de la Transición.
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