Así lo explicó la propia Rebeca, que tiene 28 años, durante una rueda de prensa celebrada este martes en la sede de la Ayuda a la Iglesia Necesitada en Madrid.
Nigeria es el país con más terrorismo de África y vive desde hace más de diez años sumido en el terror de Boko Haram, un grupo terrorista que persigue a cristianos por el mero hecho de serlo, por no seguir la doctrina del islam.
Rebeca encarna el rostro "más vivo del cristianismo", motivo por el que cree que fue secuestrada en agosto de 2014 por el grupo terrorista junto a los dos hijos que tenía entonces. Uno de ellos murió ahogado después de que los radicales de Boko Haram lo lanzaran a un río. El otro, Zacarias, de 8 años, vive actualmente con ella.
Fruto de las violaciones de los terroristas, nació Cristobal, que ahora mismo tiene dos años, y al que actualmente quiere "como un hijo más" gracias a su "fe en Dios". Al principio tuvo miedo de que cuando creciera pudiera convertirse en terrorista "como su padre", pero para evitarlo le está inculcando "el cristianismo".
Cuando Rebeca mira atrás recuerda cómo fue su huida, hace ya un año –en 2016-. Según relató el cura que le acogió en el campamento tras su escapada, la huida estuvo repleta de "valentía" y fue posible gracias a "un momento de caos en el bosque".
Un soldado de Boko Haram advirtió de que llegaban soldados nigerianos y, entonces, los terroristas "cogieron a todas las mujeres y a los niños para llevarlos al campamento". Fue en ese instante cuando Rebeca aprovechó "esa situación de caos" y cogió a sus dos hijos: Cristobal, fruto de la violación de un terrorista; y Zacarías, que nació en 2010 fruto de su matrimonio.
Al día siguiente, Rebeca continuó su camino "hacia la libertad". Durante su huida se le pasó por la cabeza dejar "al niño que tuvo con el terrorista" porque le recordaba "todo el sufrimiento que había vivido", pero un hombre le convenció para que no lo hiciera.
Así, se marchó a un campamento de desplazados en Maiduguri, apoyado por la fundación pontificia de Ayuda a la Iglesia Necesitada, junto con otras 25 familias. En este lugar, ha logrado reconstruir su vida junto a sus dos hijos y su marido, pero aún recuerda con "horror" todo lo vivido durante el secuestro.
"En muchas ocasiones", relató, "nos ponían cinturones bomba" y les instaban a cometer actos terroristas en iglesias católicas. "Yo quería que me pusieran uno; no para morir, sino porque nos enseñaban a desactivarlos" y si estaba sola antes del ataque "podría huir". Sin embargo, destacó que, al ser cristiana, los terroristas desconfiaban de ella y nunca le llegaron a encargar que se inmolara en un atentado.
Los terroristas obligaban a las mujeres secuestradas a rezar el Corán y convertirse al islam. Sin embargo, Rebeca resistió las presiones de Boko Haram, simulaba realizar las oraciones igual que sus compañeras pero, en su interior, pedía a Jesucristo que la liberase.