Un oficial de policía de Nueva York perdía la vida el pasado domingo tras recibir tres disparos con su propia arma: un tiro en la cabeza, uno en el pecho y otro en las piernas. Brian Mulkeen solo tenía 33 años y, pese a que fue trasladado con toda celeridad a las urgencias de un centro médico cercano, no se pudo más que constatar su muerte.
Otro cinco oficiales intentaron mediar para evitar el trágico desenlace. Sin embargo, cuando fueron conscientes de la situación, dispararon contra el sospechoso, acabando con su vida. El fallecido contaba con 27 años de edad y se encontraba en libertad condicional tras un arresto relacionado con narcóticos el pasado año.
Pese a que también iba armado, su revólver de calibre 32 no parecía haber sido disparado, tal y como ha informado New York Post. Mulkeen "fue un gran policía", ha señalado el jefe del departamento Terence A. Monahan, "estaba haciendo el trabajo que le pedimos que hiciera: el trabajo que los neoyorquinos necesitaban que hiciera".