Ana Botín quiere colocar a uno de sus mayores apoyos en su llegada a la presidencia del banco, como es el abogado del Estado, Juan Manuel Cendoya, que no tiene el pasado del “Banco de España”, pero que ganaría a sus antecesores en capacidad de movimientos y comunicación. También en la de acumular secretos de los que deciden destinos y fortunas.
Inteligente y precavida como ya demostró con su decisiión de “parar” el nombramiento del italiano Andrea Orcel como consejero delegado, ante la sospecha de que podía estar más al servicio de los grandes fondos de inversión que al suyo propio, Ana Botín tiene a Belén Romana, miembro de su Consejo, como la “baza feminista “ que convenza a la vicepresidenta Calviño y a la ministra de Hacienda.
Ya es una guerra de influencias de cara tanto al reparto de los fondos europeos como a la transformación del sistema bancario español y la necesaria negociación con los Sindicatos. Directivos del Santander que hoy están fuera del banco creen que con la baza de Cendoya la presidenta estaría “pagando” los servicios que el abogado del estado le habría prestado tras la repentina muerte de su padre, y que le llevaron a negociar con la Telefónica de César Alierta la incorporación a la compañía de telecomunicaciones de la persona que había sido de la máxima confianza de Emilio Botín para todos los temas de marketing relacionados con la Fórmula 1.
La presidencia de la patronal bancaria, que ha estado desdibujada en los últimos cuatro años, se presenta ahora como una plataforma de poder que permitirá a los bancos, sobre todo a los tres grandes, negociar con el Gobierno pero sobre todo con Europa y el BCE que preside Christine Lagarde y tiene como número dos al que fuera ministro de Economía con José María Aznar, Luis de Guindos. Otra batalla de poder en la que ni Carlos Torres, ni Ignacio Goirigolzarri quieren perder y en la que María Dolores Dancausa, desde Bankinter, no quiere que se la tome como una simple correa de transmisión de la familia Botín.
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