Hace casi cuatro años, los mayores y trabajadores de las residencias madrileñas vivieron un escenario que ha sido retratado de manera fidedigna en varios informes a los que la Cadena Ser ha tenido acceso. Estos documentos han sido bautizados como los "protocolos de la vergüenza".Hace casi cuatro años, los mayores y trabajadores de las residencias madrileñas vivieron un escenario que ha sido retratado de manera fidedigna en varios informes a los que la Cadena Ser ha tenido acceso. Estos documentos han sido bautizados como los "protocolos de la vergüenza".
El medio mencionado ha tenido acceso a un total de 205 actas firmadas que detallan la situación de los centros durante las primeras semanas de la pandemia. Es importante destacar que estos informes abarcan desde el 1 de marzo de 2020 hasta el 1 de agosto del mismo año. Aunque algunas de estas actas ya se habían publicado previamente, es la primera vez que se revela el contenido completo de los informes policiales.
Por ejemplo, en la residencia Ballesol, el 5 de abril de 2020, la directora informó a las autoridades sobre la necesidad urgente de trasladar a tres ancianos fallecidos que aún se encontraban en el centro. Una de estas personas había fallecido hacía 48 horas, mientras que las otras dos habían muerto el día anterior.
Sobre la residencia Amavir Puente de Vallecas, la Policía Municipal informa que hay tres fallecidos, siendo el más antiguo del día "5-04-2020 a las 8:00 horas". Esta situación se repite en otras residencias de la Comunidad de Madrid, como en Orpea Madrid Valdemarín, donde los profesionales solicitan sudarios y ayuda para retirar a los fallecidos lo más rápido posible. También en la residencia para personas mayores Vallecas, donde los informes confirman que desde el día anterior había una persona fallecida en el centro.
Un "abandono absoluto"
Tal y como denunciaron no pocos trabajadores y trabajadoras en los primeros meses de pandemia, estos documentos ratifican cada una de sus palabras, dejando en evidencia la dejadez por parte del equipo regional.
El 30 de marzo, según un informe de la Policía, se observó que las áreas comunes de la residencia Geriatel estaban siendo utilizadas debido a la presencia de residentes con trastornos cognitivos y una persona sorda, muda y ciega que requería no estar confinada. Después de poco más de una semana, la policía regresó al centro y verificó que estas situaciones habían sido corregidas.
Durante lo más duro de la pandemia, en la residencia Rafael Alberti ubicada en Moncloa, los responsables del centro solicitaron "urgentemente" equipos de protección. Sin embargo, según afirman, ni la UME ni la Comunidad de Madrid se presentaron en este lugar. En otras palabras, nadie acudió a esta residencia durante ese periodo.
Buena parte de las actas muestran la escasez de material como EPIS o mascarillas en varios sitios, no solo este. En la residencia Sagrado Corazón, el 31 de marzo, se denunció una gran falta de equipo de protección y que no se les proporcionan pruebas, lo que significa que no se realizaron. Por otro lado, el 6 de abril, en el centro "Nuestra Señora de Montserrat" todavía estaban utilizando bolsas de basura como EPIS y los profesionales solicitaban urgentemente más personal.
En muchos centros, a pesar de la falta de material y/o personal, se siente la sensación de "estar solos". Tal es el caso de la residencia Santísima Virgen y San Celedonio el 3 de abril, donde el número de fallecidos ese día alcanzó los 34. Los trabajadores afirman haber solicitado ayuda a las diferentes autoridades, pero no recibieron ninguna respuesta. Por otro lado, en el Conjunto residencial, el 11 de abril sus encargados lamentan que solicitaron test rápidos, material de desinfección y un médico a la región, pero no obtuvieron respuesta alguna por parte de Sol.
Con el paso de los días, la sensación de abandono persiste. El 30 de abril, el director de la residencia Justo Dorado se enfoca en la administración pública y reconoce que ha faltado apoyo institucional. Además, destaca la importancia de definir adecuadamente los protocolos para evitar confusiones y contradicciones que generaron mucha confusión, además de un "abandono insólito". Hablamos también de las situaciones de "verdadero pavor" que denunciaron los trabajadores, viéndose obligados a asistir a personas que estaban muriendo por decenas en las residencias, donde se acumulaban los cadáveres en habitaciones donde aún pernoctaban compañeros en sus plenas facultades, que convivían con esta tremebunda situación, incluso tiempo después de ratificar los fallecimientos.